El
gag humorístico por excelencia de los últimos años es la
crisis, como si reírse de la que está cayendo fuera a aliviar el
problema o, por lo menos, a atenuarlo. Podría parecer algo muy español.
Existen antecedentes. Desde
El Quijote a las plumas del Siglo
de Oro, los momentos de debacle parecen agudizar el ingenio: la sátira y
la ironía se alían con el desparpajo y la desvergüenza para dar salida a
la indignación o apatía generalizadas. «Los cómicos juegan ahora el
papel del bufón, a quien se le permite decir las verdades porque lo hace
a través del humorismo», apunta Eduardo Jáuregui, doctor en Ciencias
Políticas y Sociales, profesor de Psicología Positiva en Saint Louis
University y co-fundador de Humor Positivo, empresa de formación
especializada en el sentido del humor.
No obstante, ese gracejo con trasfondo crítico convive con otro más
blanco, más costumbrista, pero no por ello menos importante, aunque se le tache a veces de no ser tan
inteligente.
Como afirma Pedro Sangro, autor, junto a Alejandro Salgado, del libro
El entretenimiento en televisión: guión y creación de formatos de humor
en España (Laertes, 2008), podría decirse que «hay humor de sal fina y
de sal gruesa». Y los dos son necesarios. O en palabras de Kiko Amat,
considerado uno de los representantes de la socarronería literaria de
nuestro país, deben coexistir una gracia «capaz de arrancar las
vestiduras del emperador, porque no hay nada más insultante para el
poder que reírte en su cara, y otra que pueda generar berzas, como la de
bar, la de voy a reírme para no llorar».
Que el panorama político, económico y social sea desalentador ¿hace más
necesaria la risa? «Yo quiero reírme cuando las cosas van bien y cuando
van mal», clama el cómico David Broncano. «No comparto ese tremendismo
de que ahora la comedia hace más falta». La diferencia reside quizá en
que «cuando las cosas van bien, el humor sirve para recrearte en ello. Y
cuando van mal, se convierte en imprescindible para sobrellevarlas»,
afirma Luis Piedrahita. De la misma manera, para Miki Nadal, «en
recesión lo que en realidad se necesita es dinero. Lo de la ironía es
solo para olvidarte de que no lo tienes».
La mayoría de los cómicos de este reportaje coincide en señalar que la
carcajada siempre viene bien, pero hoy por hoy es indudable que «la
gente sí busca más evasión», tal y como apunta Joaquín Reyes, y también
«desahogarse», añade Goyo Jiménez, quien recuerda que hasta «en el
Berlín de entreguerras había más de 500 cabarets». Lo cierto es que «si
nos tomáramos muy en serio lo que está ocurriendo, nos vendríamos abajo.
Reírse es la única alternativa», apunta Dani Mateo.
01. De profesión: hacer sonreír (y pensar)
«Nunca ha habido tanta gente escribiendo comedia ni tantos chavales que
de mayores quisieran ser cómicos. De hecho, en España ni existía la
profesión de monologuista, mientras que en Estados Unidos sí. Aquí se
llevaba más el cuentachistes», afirma Agustín Jiménez. A lo que Goyo
Jiménez añade con sorna: «No paran de salir humoristas, supongo que por
efecto de la crisis. Deben pensar… como no hay trabajo, vamos a hacer de
payaso». El éxito de los monólogos ha sido determinante. «En cada
pueblo con más de 5.000 habitantes hay un bar que organiza este tipo de
actuaciones», apunta Quequé. Sin embargo, este
boom no está exento de críticas: «
El Club de la Comedia abrió
la veda, y se ha visto en los monólogos en directo una vía fácil para
ganar dinero. Antes existía un circuito de bares muy potente, pero ahora
muchos profesionales piden un caché elevado. Así que al final los
locales se han vaciado y los humoristas se han quedado sin lugares donde
actuar. Porque los bares sin monologuistas sobreviven, pero no al
revés. De hecho, yo he estado 15 años actuando en tascas pequeñas para
poder vivir y llegar a donde estoy. Así que podría decirse que hay dos
ligas: la del teatro y la del bar, y la segunda sigue siendo la cantera
para los que saben ver la oportunidad», desvela David Guapo.
De entre los nuevos talentos, Javier Coronas destaca que «hay una gente
muy valiente, con nuevas ideas, que viene por detrás apretando mucho.
Son más jóvenes, más delgados y con más estudios». Y señala a David
Broncano como «la esperanza blanca del humor».
Por su parte, Joaquín Reyes ve el futuro en las redes. «Nosotros
crecimos con la televisión y por eso nos hemos acabado incorporando al
medio. Pero la gente que tiene 20 años menos está revolucionando el
panorama. Más allá de los Venga Monjas, que nos hacen mayores a
nosotros, ya hay gente como los Burnin’Percebes, que los hacen mayores a
ellos. Los que aterricen en el gremio en unos años serán los que
habiten en Internet y actuarán solo en Youtube».
Sin embargo, hoy en día, es la pequeña pantalla la que sigue
permitiendo una mayor proyección a los profesionales de la risa. «Ahora
hay comicidad en todo tipo de programas, hasta en los de fútbol y los de
política», comenta Raúl Cimas. «Pero se echa de menos la comedia pura»,
puntualiza Broncano. «Hubo un momento en que en España coincidieron
tres
late nights», recuerda nostálgico Quequé. «Ahora el humor ha derivado en formatos como
¿Quién quiere casarse con mi hijo? Eso no es humor. Al menos, a mí no me hace gracia. Eso es posthumor. Debería haber un
Club de la Comedia en
cada canal», comenta. Coincide con él Dani Martínez: «Creo que se trata
de una estrategia de las cadenas. Se lleva mucho la telerrealidad,
productos que te enseñan cómo comer, cómo educar a tu hijo… Pero los
contenidos que provoquen risas volverán, porque son necesarios». Para
José Mota, incluso más: «El humor en televisión es un clásico, como los
vaqueros, que siempre están ahí. Está claro que los programas cómicos
nunca desaparecerán».
Lo corroboran concursos de reciente emisión como
Me Resbala, conducido por Arturo Valls; formatos exitosos como Ilustres ignorantes, de Canal +, y otros que quedan por llegar:
Ciento y la madre, en Cuatro, presentado por Patricia Conde, y el
talent show de TVE,
El pueblo más divertido de España,
que conducirán Mariló Montero y Millán Salcedo (Martes y Trece) y que
contará con 22 cómicos como padrinos de las poblaciones participantes.
Otra historia es la ficción de humor, que parece no estar tan de moda.
Según Pedro Sangro, director del Máster de Guión para Cine y Televisión
de la Universidad Pontificia de Salamanca, con la crisis, «se apuesta
por adaptaciones literarias, dramas y culebrones, géneros capaces de
enganchar a los espectadores durante semanas, aunque las cifras
demuestren que los grandes récords de audiencia los han batido series
cómicas». Una de ellas es
Aída, que ha explotado hasta la saciedad los esterotipos o arquetipos
typical spanish más extremos. «Lo que se ha llegado a decir en
Aída no
se podrá decir nunca más en la historia de la televisión», subraya Dani
Martínez, quien interpreta a Simón, el hermano de Paz, en esta
producción.
Pero si algo triunfa de verdad en la tele a nivel humorístico son los
infotainment,
programas que, según Alejandro Salgado, doctor en Comunicación,
practican un pseudoperiodismo satírico, es decir, abordan la actualidad
informativa desde el humor, añadiendo sarcasmo, ironía y chiste. Esta
corriente se inició con L
as noticias del guiñol, El informal, Caiga quien caiga o
Noche Hache y ahora triunfa con
Salvados o
El intermedio.
El éxito de estos espacios radica en la saturación que el espectador
tiene con respecto a los informativos tradicionales. «La gente está
cansada de versiones oficiales y lo que quiere es que se le saquen los
colores a los políticos», afirma Joaquín Reyes.
Según José Alberto García Avilés, profesor de Periodismo en la
Universidad Miguel Hernández de Elche, el descaro y la acidez con que se
plantean las noticias en estos espacios, sumado a la frescura en la
realización, a un estilo dinámico y a la voluntad de transgredir lo
establecido, de ir más allá de lo habitual, es la fórmula que triunfa.
Pedro Sangro, profesor en la Universidad Pontificia de Salamanca,
destaca asimismo que se está convirtiendo «en un periodismo de
vanguardia, respetado, pero polémico. Se informa, pero también se da la
oportunidad de criticar al poderoso, e incluso de reírse de él: «La
carcajada puede ser muy efectiva para hacernos reflexionar sobre la
realidad que estamos viviendo», añade.
Este tipo de programas ha puesto de manifiesto que «se puede hacer humor sobre todo y todos.
Vaya semanita, si bien recurría al
sketch,
se atrevió incluso con el conflicto vasco. La sátira sobre la Casa Real
a estas alturas ya es hasta un recurso manido, algo impensable hace
unos años», apunta Sangro.
Patrick Zabalbeascoa, investigador del Centro de Discursos y Traducción
de la Universitat Pompeu Fabra y especialista en Humor y Medios
audiovisuales, va más allá: «El humor siempre ha sido sospechoso por su
poder de subversión. Cuando se utiliza más este recurso quizá es también
porque se incrementa la censura. El
infotainment remite al
público mensajes que desde los informativos convencionales no es posible
construir. La risa es la válvula de escape, la manera de explicar la
actualidad desde una perspectiva más crítica».
02. Cuando se liga siendo gracioso (y ni así)
«La verdad es que el humor y la belleza física nunca han ido muy de la
mano. La gente que se dedica a esta profesión no es excesivamente
agraciada. Guapos, yo y para de contar. Así que la risa se convierte en
un arma de seducción para muchos», apunta Santi Millán. Goyo Jiménez es
de los que reconoce abiertamente que ha utilizado «esta estrategia, que
es tan vieja como el ser humano, para llamar la atención de las
féminas». De hecho, asegura que la frase «¿A ti también te parece que
este pañuelo huele a cloroformo?» le ha abierto varias puertas a la hora
de conquistar. Y no es el único.
«Desde siempre he intentado atraer haciendo reír. Hacía de avanzadilla
de mis amigos, me acercaba al grupo de chicas para sondear la situación y
cuando volvía, ya avisaba de cuál quería para mí», admite Dani
Martínez. Sin embargo, los hay que, como Carlos Areces, no creen en este
fenómeno: «Eso de que el humor ayuda a seducir es una leyenda como la
del monstruo del lago Ness. Yo nunca he oído decir a nadie: “Empecé a
reírme y me puse cachondísimo”». Para Luis Piedrahita, definitivamente,
el humor, cuando se trata de ligar, no lo es todo: «Reírse es lo
contrario de ir al dentista, a todo el mundo le apetece. Pero si alguien
solamente te hace reír y no hay atracción física ni amor, lo acabas
relegando a la categoría de mascota».
La ciencia le da la razón. «Que nos hagan sonreír o reír despierta
nuestras emociones positivas y permite que veamos al otro como una
persona deseable, pero para enamorar es necesario que el sentido del
humor esté en sintonía con otros atributos», afirma el psicólogo y
sexólogo Antonio Bolinches. Aunque la risa es uno de los principales
factores que facilitan el acercamiento a la persona deseada, no es el
primero. «Las mujeres valoran sobre todo la inteligencia. En segundo
lugar, el sentido del humor, y ya en tercero, la personalidad, entendida
en clave de magnetismo.
Lo que no quiere decir que el físico no importe. Cada persona,
consciente o inconscientemente, hace una autoevaluación de su atractivo y
ve qué características suyas resultan agradables en clave de seducción.
El que es guapo, aunque sepa hacer reír, probablemente no va a
necesitar utilizar ese recurso», añade.
En conclusión: el aspecto influye y con hacerse el gracioso no basta.
«Un exceso, que te lleve a frivolizar constantemente, podría ser
contraproducente. La mujer podría pensar que eres demasiado infantil o
superficial», alerta Bolinches. Por otra parte, «no a todas les hacen
gracia las mismas cosas: lo que sea darle un giro positivo o
sorprendente a una situación siempre atrae, pero no hay que olvidar que
incluso las féminas más atractivas tienen sus zonas frágiles. Hay que
ser cuidadoso antes que graciosillo».
En cualquier caso, tal y como sostiene Eduardo Jáuregui, autor del libro
Amor y humor,
«provocar la risa en el proceso de seducción es importante. Por algo
hablamos precisamente de tontear, que es todo un arte. El flirteo es, en
definitiva, un juego: pequeñas bromas, gracias, insinuaciones… que
permiten ir negociando esa intimidad con el otro, y encima con menos
riesgo en caso de que nos rechacen».
03. En cualquier caso, toda risa es buena
«El humor actúa de bálsamo y además es más barato que ir al psicólogo.
Para el cómico también funciona. Hay días que me he subido al escenario
hecho un asco: a nosotros también nos duelen las muelas o nos deja la
novia. Hacer reír a los demás es una catarsis y siempre te bajas mejor
de lo que subiste», confiesa Dani Rovira. José Corbacho está de acuerdo y
sentencia: «La vida no es una risa; es muy dura. Pero el sentido del
humor es una gran terapia».
Los expertos aseguran que mantener las buenas vibraciones en plena
forma revierte en nuestra salud. Con cada carcajada activamos entre 300 y
400 músculos, lo que comporta un gasto de energía y un impacto positivo
sobre el sistema cardiovascular: quemamos calorías y nuestro corazón se
fortalece. Unos 20 segundos de risa equivalen a tres minutos de
ejercicio constante.
Además, al poner en marcha el diafragma y la musculatura abdominal,
mejora nuestra respiración y facilita la digestión. Según el doctor
Ramón Mora-Ripoll, de la Red Española de Investigación en Ciencias de la
Risa (REIR), a nivel neuroquímico hace que «se activen
neurotransmisores, como la serotonina y la dopamina, de efecto
antidepresivo; y que se liberen endorfinas, las hormonas de la
felicidad. También disminuye la producción de cortisol (sustancia ligada
al estrés) y se libera más oxitocina, la hormona que interviene en la
excitación sexual», algo que viene a confirmar por qué las personas que
hacen reír podrían resultar más atractivas. Por si fuera poco, también
«estimula el sistema inmunitario, eleva el umbral del dolor y la
tolerancia y mejora la función mental», añade Mora-Ripoll.
Si es la larga lista de beneficios físicos, aún lo es más la de los
psicológicos. Tal y como explica Valle Flores, doctora en Psicología de
la Universidad de Valladolid, «adoptar una mentalidad positiva y
experimentar emociones de este signo, de las cuales la risa es quizá la
mejor expresión, reduce los niveles de ansiedad. Abandonas la visión de
túnel y se amplía tu perspectiva, lo que propicia que seas más creativo y
que encuentres más posibilidades de cara a la resolución de problemas.
De esa forma, se incrementa el rendimiento y la motivación, pero también
el bienestar personal, la autoestima».
¿Cómo potenciar esta actitud? Se trata de recurrir «a las propias
fortalezas, capacidades, apoyos sociales… para ver las cosas desde otro
punto de vista. Por malo que haya sido un día, siempre habrá algo bueno
que rescatar», afirma Valle Flores. O como dice Eduardo Jáuregui,
tomando prestada la frase de Chaplin, «la vida es una tragedia en el
primer plano y una comedia en el plano general». Hasta en las
situaciones más adversas, la risa tiene un efecto terapéutico inmediato.
De ahí que sea también un excelente mecanismo de defensa. ¿A quién no
se le ha escapado la risa en plena crisis nerviosa? ¿O en una situación
tan comprometida como un entierro?
Si bien no existen datos científicos sobre cuántas veces al día es
aconsejable reírse, Ramón Mora-Ripoll sostiene que «tres minutos de risa
diarios son tan importantes como la calidad del sueño o alimentarse de
una manera equilibrada». Algo que no debería costarnos demasiado
teniendo en cuenta, como asegura David Guapo, que «la risa es un
producto de primera necesidad y que el español tiene más desarrollado el
humor que la capacidad de protesta» (sonrían, por favor).
04. Radiografía de la carcajada española
Hay quien considera que «España siempre ha sido un país con buenos
humoristas y disposición de reírse de sí mismo», comenta Santi Millán.
Tal vez porque, como apunta Juanra Bonet, «la base de la ironía es la
derrota, el fracaso. De ahí que los españoles seamos muy divertidos» y
nuestro humor «bastante cabrón», puntualiza Javier Coronas. «Nos sigue
gustando reírnos de las miserias propias, pero vistas en el de enfrente,
nunca en nosotros», matiza aún más José Mota.
Frente a la parodia más reivindicativa y que toma, en este momento, la
crisis y la corrupción como temas principales, «a mí me sigue haciendo
gracia que una persona se caiga», confiesa Juanra Bonet, lo que confirma
que «el humor es como la moda. Ya lleve la etiqueta de inteligente,
negro o absurdo, la raíz es la misma: reírse de las desgracias ajenas,
de lo que nos sorprende, de la exageración, de lo inesperado, de cosas
tan banales como un pedo», afirma Dani Rovira. De la misma opinión es
Carlos Areces: «El humor zafio es la cosa más patria; siempre está de
actualidad y te conecta directamente con tu yo infantil. De hecho, hay
un tipo de ocurrencias consideradas inteligentes que no me hacen
gracia». Porque como recuerda Kiko Amat, «hasta la chanza tabernaria,
salvaje y brutal tiene escondido un grito de existencia, es tan
importante como la denominada seria, con un poso de melancolía».
Aun así, hay que tener en cuenta que conforme han ido evolucionado los
géneros de comedia, el público también lo ha hecho. «Cuanto más formada
está la gente y más cultura audiovisual tiene, se vuelve más exigente y
demanda consumir, en ese sentido, un tipo de humor más elaborado»,
comenta José Mota.
Marron, de
El hormiguero, sostiene que «los chistes siempre
tienen que ir avanzando, no nos podemos quedar estancados en los relatos
del español, el francés y el inglés. Es labor de los cómicos abrir el
abanico, enseñar otras posibilidades para que cada uno elija la que más
le guste».
Ahora que «los creadores y la audiencia son mejores, lo que hace falta
es que el poder encaje mejor las bromas. Me extraña que no haya un
apartado en la nueva Ley de Seguridad Ciudadana que pene los chistes con
15 años de cárcel», dice Goyo Jiménez. Y Luis Piedrahita reflexiona:
«Si alguien es capaz de disfrutar de un monólogo de 10 minutos sobre una
naranja o un pijama, seguro que será menos corrupto».
Ahí queda. Para quien quiera tomar nota.