El hombre de las 250 voces
«El contacto con el público me pone mucho»
Carmen Sevilla o Lola Flores no estudiaron en los Agustinos de León, pero sí sus voces. A finales de los años 90, en algún aula de este colegio, cualquier mañana, las folclóricas andaban por ahí sueltas con su verborrea y sus cuitas, por obra y gracia de Dani Martínez, el hombre de las 250 voces
- Dani Martínez participa junto a Florentino Fernández en sus «Tonterías las justas» RAQUEL P. VIECO
Daniel Martínez Villadangos (Astorga, 1982) imita incluso a los que imitan. Casi de record: 250 voces de personajes populares. Y es que ha hecho de su don un oficio, y se ha abierto numerosas puertas para trabajar, en su corta carrera, en lo que a otros les hubiera llevado décadas. Si en la tele hay muchas estrellas, él es una de ellas. Pero con un plus mediático y creativo que le sitúa más cerca del show, del gran espectáculo y del hecho actoral, que el del llanamente televisivo. Por ahí, por lo de ir a más, parece que irán los tiros del futuro. Pero al César lo que es del César, y la omnipresente tele es la que le ha catapultado a sus más altas cotas de popularidad con apenas 28 años.
Y es que Dani Martínez es ahora uno de los que pelean por la tarta de la audiencia de la sobremesa. Con un programa que no insulta, lo que ya es mucho decir, llamado Tonterías las justas (Cuatro), y que sobrevive desde el 2010 con un humor pretendidamente gamberro, popular, para casi todas las edades, y a un ritmo frenético en el que tienen cabida noticias curiosas, gags de carcajada y, de vez en cuando, invitados que se someten a la prueba de un ranking de Internet a base de golpes de corcho en el que todo el mundo cobra. Es decir, que no se sabe si pagan, pero sí, que pegan.
Ahí estaba una de estas tardes, por ejemplo, Iván Ferreiro, el músico vigués: «Vengo a que me peguen. Dani es amigo, así que espero que no sea mucho», decía con sorna gallega. Se llevó lo suyo, aunque él también repartió tras un comienzo leve. Porque al ver cómo se las gastan en Tonterías... tuvo que ponerse al mismo nivel. También cobró otro día Javier Gurruchaga, aunque, esta vez, fueron ellos, Dani Martínez y Florentino Fernández Flo, los que empezaron con cierta tibieza.
Florentino Fernández, ese gran hombre, showman, cómico y actor, reducido a Flo en algunos casos, es, en gran parte, culpable de lo bueno que ahora le pasa al leonés Dani Martínez. Porque lejos de ensombrecer a sus colaboradores les da lustre. Así ocurre con la otra pata de este banco catódico, Anna Simón. A ambos, a Dani Martínez, y a la propia Simón, les ha situado en el mapa de la popularidad con mucha más intensidad que lo que su curriculum había conseguido.
Mientras, él, el hombre que imita a 250 personajes populares, va camino de ser Dani Martínez.
-¿Se da cuenta de que con todo lo que ha hecho debería tener diez años más? ¿Cómo ha conseguido estar en tantos sitios siendo tan joven?
-Con 28 años he hecho trece o catorce programas de televisión, cinco o seis programas de radio, teatros y monólogos en varias giras-¦ Empecé en esto con 19 años y me ha venido todo muy seguido. Y yo, como lo cojo todo, no he parado de hacer cosas. Eso sí, siempre hago lo que me apetece, las cosas que me gustan.
-¿Quema salir en la tele? ¿Tiene miedo a que la magia se desvanezca y deje de gustar?
-Yo cuido mucho eso, porque sé que hay momentos en los que hay que parar. Por ejemplo, soy muy maniático en una cosa que, a veces, a mi mánager no le gusta tanto. Si actúo en una ciudad, intento no volver por lo menos en ocho meses. Pienso que hay que dejar un tiempo para refrescar tanto al público como a mí. Es más, creo que, si se pudiera, habría que dejar un año. En la tele si ves que la audiencia va adelgazando, también soy de los que prefiero parar antes de que se hunda el barco. Pero, de momento, el apoyo es grande y ahí estamos.
-Ni insultan, ni tienen enemigos-¦ Parece que así no se puede triunfar en la tele.
-Nosotros lo que transmitimos es buen rollo. Como si fuera un grupo de amigos que hace un programa de televisión y se divierten. No tenemos la necesidad de meternos con nadie para divertirnos, porque nosotros nos metemos con nosotros mismos. Nos reímos mucho los tres.
-También dan pie a esa tópica pregunta de: ¿Pero de verdad es que se llevan tan bien como parece o es pura apariencia?
-Pues la respuesta es igual de tópica: Sí. Con Flo tengo una amistad como con pocos amigos. He tenido la suerte de que al segundo día ya tenía esa confianza. Eso en televisión es bueno. Hacemos mucho humor interno. Flo es un grande porque se adapta a todo el mundo. Y llega a personas de 70 años y a los jóvenes.
-¿Cambia de chip para estar en la televisión, radio o escenario?
-Siempre está el rollo Dani Martínez. Cambio de chip cuando estoy fuera de esos medios. Estoy todo el día tan arriba, haciendo humor y todo eso, que cuando tengo oportunidad paro. El contacto con el público en los teatros me pone mucho. La tele tiene la tensión del directo. Y la radio, la magia de que tus personajes parecen reales.
Maragato y leonés
Este leonés que hace patria de su condición de maragato, y que promociona en plan sentimental toda la provincia allá por donde va, lleva ya su tiempo en el mundo del espectáculo. Primero a nivel local en Onda Cero y en Televisión de León. Pero ha trabajado, en una anterior etapa, en RNE. También, con históricos como Chicho Ibáñez Serrador, en la secuela Un, dos, tres... a leer esta vez . O con Pepe Navarro, en el fallido Ruffus y Navarro.
Es a partir de ahí cuando puede decirse que se faja en serio en un deporte de riesgo que devora a sus protagonistas: la televisión pura y dura que no tiene piedad con las bajas audiencias. Si ha sobrevivido a un programa con Jaime Cantizano y María Patiño, el errático A3bandas /Antena 3, es que es bueno. Si idem junto a Carlos Latre, es que además es un superviviente. Porque luego consiguió pasar a programas de más envergadura y enjundia, junto al talentoso Quequé, en Estas no son las noticias, en donde fue colaborador; o con el asentado Salvados, de Jordi Évole, El Follonero.
En esta intensa carrera hay un detalle a tener en cuenta que puede que sea una de las claves de su éxito: la radio. Nunca la ha dejado, y parece que ese medio, cuyo principal sustento es la fidelidad, le ha dotado de una constancia que le permite estar donde ahora está. Sigue en RNE en programas de emisión nacional; y su continuidad le permite poner en marcha espectáculos como su actual gira, que está siendo triunfal, y que se llama Rechace imitaciones.
-¿Cuándo decide dedicarse a esto del humor?
-Me di cuenta cuando imitaba a treinta o cuarenta personajes. Estaba en la Universidad de León y en la Radio Universitaria. Estudiaba Filología Hispánica. Me llamaron de Madrid y, claro, no pude acabar la carrera. Pero cuando vi que me pagaban por hacer voces, dije: voy a hacer más. Carmen Sevilla, Lola Flores, Ana Torroja-¦ Era muy de imitar voces de chicas. Ahora ya, chicas, pocas-¦
-¿Es tan leonés como aparenta?
-Soy, muy, muy leonés, a veces me paso. Casi todos los días sale o Astorga o León, Hospital de Órbigo-¦ Soy exageradamente leonés y muy orgulloso de serlo. Cada vez que tengo tiempo, me escapo a León.
-¿Qué recomienda al hablar de León?
-Lo primero que destaco es cómo se come. Eso nunca falla. También recomiendo que conozcan a la gente, que es muy buena. Y, por supuesto, por la fiesta. Yo a la gente le digo que si va a León, tendrá de todo. Si va al Bierzo, a la Maragatería, a León capital, los Picos de Europa-¦
-¿Cómo se lleva la popularidad cuando uno no está actuando?
-Se lleva-¦ Hay momentos complicados. Un día estaba con un amigo que le había dejado la novia y estábamos hablando muy en serio, él hecho polvo. Y llegaron cinco tíos y dijeron: -˜¡Mira, la gamba!-™. Y se tiraron al suelo. Mi amigo medio llorando, y yo decía: -˜No, es que ahora no es el momento de la gamba-™. Era algo un poco surrealista.
-¿A quién admira o admiraba?
-Siempre he admirado a Ángel Garó. Le imitaba en las fiestas de los Agustinos, allí en León. Era mi ídolo.
-Ahora forman casi una generación, con Ángel Martín, Dani Mateo, Ernesto Sevilla, Joaquín Reyes... ¿Hay conexiones?
-Totalmente. Soy muy amigo de Ernesto Sevilla, Julián López, Dani Mateo. La verdad es que toda esta generación, además tiene amistad. Nos gusta el mismo humor y nos apoyamos mucho.
-Con tanto ajetreo, ¿dónde está su tiempo libre?
-No hay tiempo libre de ningún tipo. Mi tiempo libre se ha acabado. Lo asumo. Porque hago lo que me gusta. Y lo tengo que aceptar. Porque el tiempo que tengo lo paso con la gente. Si voy al Húmedo a tomar unas tapas, todo el mundo viene a hablarme y a saludarme-¦ Tal vez tengo que seleccionar más el trabajo. Tengo gente para que me cuide y me asesore, porque sí he aprendido que tengo que organizar más mi vida. Pero, bueno, estoy encantado.
-¿Es todo este mundillo como se imaginaba?
-Como llevo mucho tiempo en programas de televisión, te vas acostumbrando. Al principio, flipaba. Ahora ya lo veo como algo más rutinario. Me veo ahora en el programa aquel de Chicho, hace diez o doce años, bajando las escaleras, con él delante... y digo: ¡Madre mía, qué poca gracia Martínez!
-¿Tiene tradición familiar de artistas o fue pionero?
-Soy el único que se dedica a esto. Mis padres viven en León y tengo familia en Astorga y en Hospital de Órbigo. Tengo dos tías que son muy cachondas y muy fiesteras y siempre la montan allá donde van, pero no han salido en la tele. Y tengo un hermano que sí se dedica a esto, porque es cámara. Él me dice: «Tú estás por donde se gana más dinero y yo por donde menos».
-¿Cómo será el pregón que va a pronunciar para las fiestas de san Juan en León?
-Estoy muy ilusionado y voy a montar un pollo enorme. Vamos a preparar algo gordo. Va a ser muy espontáneo. No voy a dar un discurso electoral, ni nada, ni voy a ser muy repipi. Voy a hablar como hablamos la gente de la calle.
-¿Ha hecho de las malas críticas un lugar para el aprendizaje?
-De los palos se aprende. Quiero contarte una cosa y que se sepa. Más que nada por el poco respeto al trabajo de la gente. León siempre me ha tratado muy bien. Pero, hace diez años, el Parador de San Marcos me contrató una vez y no me dio ni dinero. Había un subdirector, que era gallego, que me decía: «¡Qué malo eres!». Gracias a Dios, al final no tenía razón.
Créditos: diariodeleon.es
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